El primer médico en llegar a la Presidencia estuvo marcado por la austeridad a lo largo de su vida y la actividad proselitista no fue la excepción. Una usina creativa en el Comité Nacional y recaudación de fondos entre afiliados y simpatizantes.

Militares, abogados, y estancieros. Esas eran las profesiones a las que se dedicaban los presidentes argentinos, hasta que en 1963 ocurrió un hecho inesperado: Arturo Umberto Illia, un médico radical, fue elegido presidente de la Nación.

Según la Constitución Nacional de 1853, los requisitos para ser Presidente eran “haber nacido en el territorio argentino”, “pertenecer a la religión Católica Apostólica Romana”, “tener la edad de treinta años“ y  “disfrutar de una renta anual de dos mil pesos fuertes”. Nada dice de profesiones. Sin embargo, la constante en cuanto a las actividades que ocupan a nuestros mandatarios es asombrosa. Le tocó a la generación de la reforma universitaria iniciar el linaje de los médicos políticos. Una profesión que entonces contaba con un prestigio y valoración social enorme, que cruzaba transversalmente a todas las clases sociales. Gente que veía posible encauzar su vocación de servicio a partir de ambas actividades.

Arturo Illia nació con el inicio del siglo XX en Pergamino, Provincia de Buenos Aires. Ingresó a la Universidad para estudiar medicina cuando la Reforma Universitaria prendía su mecha.  Luego de recibirse, por consejo de Yrigoyen, se fue como médico ferroviario por el interior del país, radicándose definitivamente en 1929 en Cruz del Eje, Córdoba. Toda una síntesis de lo que era el radicalismo entonces.

Por qué llegó a ser candidato.

Si nos imaginamos sacar una foto de la gran familia radical a la caída de Perón, en 1955, Illia, con suerte, hubiese estado en la segunda fila asomando la cabeza. No es que se trataba de un advenedizo (elegido Senador Provincial en 1935, vicegobernador de Córdoba en 1940, diputado nacional en 1948), pero aún no era una figura de proyección nacional.

Con la división del radicalismo en 1956, surgieron la UCR del Pueblo (Balbín) y la UCR Intransigente (Frondizi). La UCRP quedó compuesta por tres tendencias principales: el viejo unionismo, que era fuerte en la Ciudad de Buenos Aires; la intransigencia, con asiento en territorio bonaerense; y el sabatinismo cordobés. Cada uno de estos espacios vivía las tensiones de su propio proceso de renovación, atendiendo a la máxima de que donde hay dos radicales, hay una interna.

La dinámica política expuso diferencias de matices en cuanto a la apertura y el diálogo con el peronismo, la relación con las Fuerzas Armadas y la visión ideológica en un mundo en cambio acelerado. La intransigencia no latía igual con Balbín que con Larralde. El unionismo tenía referentes como Zavala Ortiz, Mathov, Sanmartino, Santander y Perette. Los cordobeses, tras la muerte de su líder, Amadeo Sabattini, en 1960 tenían una gran disputa por su legado: Páez Molina, Del Castillo, Gamond, Storani, Becerra y Víctor Martínez, entre otros.

Los ‘60 entraban en escena. Hippies, Beatles, Viet Nam, la guerra fría jugando a las carreras, hombres y perros en el espacio, azúcar y revolución de exportación, Perón girando a 45 rpm desde Madrid, las FFAA moviendo sus fichitas en un TEG de Azules y Colorados.

Nuevas fuerzas políticas se disputaban la herencia de la revolución libertadora y del peronismo: el Partido Demócrata Cristiano (Sueldo), UDELPA (Aramburu), los socialistas divididos entre PS Democrático (Orgaz) y PS Argentino (Palacios), Federación de Partidos de Centro (Olmos), UCRI (Alende), MID (Frondizi y Frigerio), PDP (Thedy) y los neo peronistas Tres Banderas o Justicia Social (Bengoa), entre otros.

En marzo de 1962, Illia fue elegido gobernador de Córdoba.  Aunque nunca pudo asumir, pues las elecciones en todo el país fueron anuladas, le dio el reconocimiento interno y la proyección que necesitaba. El nivel de fragmentación política nacional y partidaria y la creencia de que el candidato de la UCRP no corría con muchas chances de triunfar, desmalezaron el camino. Además del factor Balbín, quien siendo líder indiscutido del partido decidió correrse. Sea por generosidad del “Chino" o por no querer exponerse a una nueva derrota, lo cierto es que la Convención Nacional de febrero de 1963 proclamó como candidatos a Illia-Perette.

La campaña electoral

En la plataforma electoral, las palabras más usadas eran paz, conducta, seguridad, planificación, democracia, progreso, trabajo, justicia y libertad. Pero sobre todo, había una idea fuerza que diferenciaba la propuesta radical del Pueblo de otras agrupaciones políticas: la revisión y anulación de los contratos de petróleo con las multinacionales.

La usina “Illia Presidente” era bastante artesanal, pero no fue nada improvisada y tenía un par de ideas bien claras. Sin la ayuda financiera de grupos económicos ni publicaciones propias de gran tirada, alcanzó un buen nivel de organización.  

La Comisión Nacional de Propaganda dependía del Comité Nacional ubicado en la calle Alsina 1786. De esos pasillos salió el slogan “Venga y Vamos!”, creación de Richard Pueyrredón, y el “Póngale el hombro al país”, de Balbín. Allí estaba centralizada la campaña: se diseñó la estrategia, se organizó la propaganda imprimiendo y distribuyendo materiales, y se armaron los actos en todo el país. Perette recorría el norte, Illia el Centro y Sur, y Balbín la Provincia de Buenos Aires y el Litoral.

La Comisión la presidía Manuel Martín Mujica. Junto a él estaban en el equipo algún publicista, técnicos y políticos como Ricardo Pueyrredón, Eduardo Estévez, Enrique Vanoli, Julio Cesar Saguier, Juan José López Aguirre, José Víctor Noriega, Balbín, Fernando Solá y Ruben Blanco. Luego se sumarían José Babbini, Lía Farias, Germán Lopez y Luis Caeiro.

Desde la Comisión de Hacienda del Comité Nacional, Pedro Duhalde recaudaba fondos entre afiliados y simpatizantes para solventar los gastos de anuncio de diarios, radio y televisión, además de la impresión y distribución a todo el país de afiches, folletos y volantes. Tan acuciante era la situación que en un aviso en los periódicos convocaba: “Apóyenos con lo que pueda… Lo que sea! “

Mientras tanto, en Callao 181, en el primer y tercer piso del Hotel Savoy, Illia y Perette atendían a la gente. A los candidatos los rodeaba un equipo de jóvenes como Luis Caeiro, Germán López, Horacio Vivo, Amestoy, Moreno, Paonessa, Valle y Delamo. 

Este grupo de jóvenes luego trasladó sus actividades a las oficinas del octavo piso de Leandro Alem 1074. Allí trabajaron junto a un conjunto de jóvenes de perfil académico que ya se venían reuniendo como grupo de expertos vinculado al partido, pero sin una militancia territorial tradicional. Se habían nucleado en torno a la figura de Eugenio Blanco en la Facultad de Ciencias Económicas y habían impulsado la revista Definición. Con el liderazgo de Germán López, trabajaban allí Bernardo Grinspun, Alfredo Concepción, Roque Carranza, Roberto Pena, Félix Elizalde, Chuecke y Schvartzer.

En tanto, en el Comité Capital de la calle Tucumán 1660, el unionista Sancerni Giménez, junto a Belnicoff, Zarrielo y Pancho Rabanal, organizaba la campaña de la Capital Federal. Desde sus puertas salieron una especie de colectivos sin techo conocidos popularmente como “bañaderas”, en las que iban montados treinta músicos con boinas blancas y sus instrumentos recorriendo la ciudad.

El cierre de campaña fue en el Luna Park. El domingo 7 de julio comenzaron a llegar los resultados que terminaron confirmando el triunfo de Arturo Illia con un 25 %, frente al 19% de votos en blanco y 16% de la UCRI.

En el Colegio Electoral, la UCRP arrimaba 170 electores propios, a los que se sumaron los de la Democracia Cristiana, el Socialismo Democrático y otros partidos provinciales para alcanzar los 270 que lo convirtieron en Presidente.

Como dijo un cronista de esos días: A veces, la realidad es tan estruendosamente sencilla que por tan evidente cuesta creerla”.