Crónica de un día que quedó en la historia por la magnitud de la convocatoria y por la mística que encerró la jornada. El último paso que dio Alfonsín en el camino hacia la Presidencia.

Es 27 de octubre de 1983, el pueblo colma la Avenida 9 de Julio con banderas blancas y rojas. Escudos en celeste y blanco con las letras RA se hacen presentes. "Alfonsín, Alfonsín", arenga la gente, mientras cientos continúan llenando la avenida más ancha del mundo.

La felicidad se siente en el aire, el clamor por el retorno a la democracia es imparable. A tres días de la vuelta a las urnas, después de casi diez años de la elección que había consagrado a Héctor Cámpora, la esperanza se nota en la cara de cada uno de los que conforman la multitud.

A lo lejos, el escenario, con cuatro banderas rojas y blancas custodiando una gran bandera argentina. El micrófono, detrás, espera ansioso las palabras de Alfonsín.

Cuando el candidato pisa el escenario, la multitud enloquece. Aplausos y gritos de aliento le dan la bienvenida. Raúl levanta su mano y dice: "Argentinos: se acaba la dictadura". La ovación se hace escuchar en toda la capital.

"Se acabaron las sectas de los 'nenes de papá', de los adivinos, de los uniformados y de los matones. El pueblo argentino va a decidir su destino", lanza Alfonsín. Cada vez que menciona la palabra "pueblo", la referencia es amplia: les habla a los presentes y a los que estaban en sus casas, sin importar orientación política, clase social ni país de origen.

"Los radicales ya estamos en marcha, y al frente van nuestros grandes muertos: Yrigoyen, Alem, Pueyrredón, Sabattini, Lebensohn e Illia", enumera Alfonsín entre aplausos. Acto seguido, llama a la derecha a inspirarse en Sáenz Peña o Pellegrini; a los demócratas progresistas, en Lisandro de la Torre o Luciano Molinas; a los socialistas, en Juan B. Justo o Alfredo Palacios; y a los peronistas, en Perón o en Evita. La idea es hacer "un marco de unión argentina de todas las corrientes políticas llamando a un pensamiento colectivo para hacer valer los derechos del pueblo en el mundo".

"Yo les garantizo que si nosotros cumplimos con nuestro deber, nuestros nietos nos van a honrar como nosotros honramos a los hombres que hicieron la organización nacional. En esta marcha no habrá distinciones políticas a fin de preservar a la sociedad argentina de cualquier loca aventura golpista, estaremos todos luchando por el futuro argentino y defendernos del imperialismo", aporta. Los gritos de los presentes son ensordecedores.

Para terminar, entre la emoción y el calor del pueblo, Alfonsín llama a recitar el mentado "rezo laico", que repitió en cada uno de los actos a lo largo de toda la campaña.

"Si alguien distraído al costado del camino cuando nos ve marchar nos pregunta: ¿Cómo juntos? ¿Hacia donde marchan? ¿Por qué luchan? Tenemos que contestarles con las palabras del preámbulo: Que marchamos, que luchamos para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que deseen habitar en el suelo argentino".

Aplausos.