La campaña de Angeloz giró en torno a la necesidad de corregir cosas, sobre todo el déficit fiscal. Por primera vez se incorporó el "Se puede", antes del Yes, we can obamista. A pesar de las estrategias, que incluyeron recitales de reconocidos artistas, no alcanzó.

Ser el candidato cuando el propio gobierno se derrumba no es el sueño de ningún político. La persona justa, en el momento menos indicado. Eso le ocurrió a Eduardo César Angeloz, El pocho, candidato a presidente de la UCR en 1989.

El final del gobierno de Alfonsín fue durísimo. Recuperada la democracia, de a poco fue diluyéndose la ingenuidad de sus primeros aires. La evidencia marcaba que para resolver problemas estructurales de larga data no alcanzaba con ganar una elección. La democracia no era una simple cuestión estadística de mayorías oprimidas y minorías privilegiadas, ni una lucha moral entre buenos y malos donde siempre triunfa el bien, ni alcanzaba con la buena voluntad de la gente honesta en pos del bien común. Condiciones necesarias, pero no suficientes, para hacer de Argentina un país justo, democrático y solidario.

Luego de la derrota electoral en las legislativas del 6 de septiembre de 1987, todo fue cuesta abajo y los poderes fácticos aprovecharon a cobrarse todas juntas.  Con menos radicales en el Congreso y la opinión pública dándole la espalda, el gobierno quedó sin fuerzas para llevar adelante las ambiciosas iniciativas vinculadas al Proyecto Segunda República, como el traslado de la Capital a Viedma o la reforma de la Constitución, entre otras. El tercer movimiento histórico terminó siendo una mueca, no pasó más allá de tinta en el papel de quienes, en la ansiedad de superar el pasado, se imaginaron un futuro que nunca llegó.

El domingo 3 de julio de 1988, los radicales de todo el país se levantaron temprano para votar en la elección interna que definiría el candidato a presidente. Angeloz, el gobernador cordobés, se enfrentaba a Luis León, senador chaqueño del Movimiento de Afirmación Yrigoyenista. Otra vez intentaba ser el candidato del radicalismo. Casi como una cábala y para no perder la costumbre. Pero el casi 90 % de los votos de la fórmula Angeloz-Casella dejó en claro que la elección interna era un trámite.

En el otro campamento, la interna peronista era mucho mas atractiva. Una pelea más real. Antonio Cafiero, entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires y referente de la Renovación peronista, enfrentaba al gobernador de la recóndita provincia de La Rioja, Carlos Saúl Menem. El 9 de julio ganó el candidato menos pensado, el más pragmático y pintoresco.

Mientras tanto, la inflación se aceleraba, alcanzando un 387,7% para 1988. Ese año, terminaría con los tanques y los cuarteles tomados por los Carapintadas. El pueblo respondió. Pero esta vez, para poner a la gente en la calle, hubo que recurrir a los artistas. Tres días por 5 años de democracia. Casi como una fiesta de despedida del alfonsinismo.

El gobierno radical estaba en medio de una crisis y con presiones cruzadas de la CGT, las cámaras empresarias, organizaciones industriales y agrarias, la Iglesia y los militares. Para colmo, una sequía afectaba las divisas y la capacidad energética nacional. Para enfrentarla, se cambió la hora oficial con la intención de aprovechar la luz natural, se hicieron cortes de luz programados y la televisión solo trasmitía cuatro horas diarias. Señal de ajuste.

Las elecciones estaban previstas para el mes de octubre de 1989. Angeloz se mostraba con un lápiz rojo como protagonista, como símbolo de aquellas cosas que debían corregir, sobre todo el déficit fiscal. El candidato necesitaba desmarcarse del gobierno nacional a medida que avanzaba la crisis. El cordobés era más liberal que Alfonsín y, con la UCEDE de Alsogaray robándole votos, se animaba a decir mucho de lo que Menem callaba.

En momentos así, la diferencia entre el realismo político y la traición se convierte en una línea muy delgada. Cuando el 30 de marzo Angeloz pidió a través de los medios la renuncia del ministro de Economía Juan Vital Sourrouille, muchos sintieron que cruzó esa línea. Al otro día, Alfonsín le aceptó la renuncia y lo reemplazó por Pugliese.

El 21 de abril, el presidente anunció que las elecciones se adelantaban al 14 de mayo. Entre el vértigo de corridas cambiarias y la hiperinflación, se desarrolló el último tramo de la campaña electoral. Los afiches mostraban a Angeloz con su sonrisa plena y anteojos de carey. “Presidente en serio”, “Presidente para todos”, “Capacidad y coraje”, “Cambio sin caos”, “Futuro para todos”, “Coraje para crecer”. Frases variadas y cortas.

Además del lápiz rojo, la campaña dejó otro invento argentino: el "Se puede! Si, antes del Yes, we can, de Obama y Bob el constructor, el candidato radical ya lo usaba.

Además, un spot lisérgico, orientado al voto joven, compuesto por Carlos Cutaia y Camilo Iezzi y con la voz de Mavi Diaz, de Viuda e Hijas de Roque Enroll.

Para ese mismo segmento, se realizó Rock por la libertad, una gira de artistas de primer nivel, en apoyo a la candidatura de Angeloz. Charly García, Spinetta, Los Pericos, Juanse, Patricia Sosa y otros. unidos para darle el rock que le faltaba al candidato.

No se puede olvidar la famosa Silla vacía, cuando en Tiempo Nuevo, el programa de Bernardo Neustadt que marcaba la agenda política , Menem dejó plantado a Angeloz el día del debate. El riojano tenía mas que perder, no necesitaba exponerse: especuló y ganó. En las elecciones del 14 de mayo de 1989, triunfó el peronismo con el 47% de los votos, mientras que Angeloz alcanzó un 37%. A pesar de todo.

Lápiz rojo y afiches con sonrisa
Lápiz rojo y afiches con sonrisa
Lápiz rojo y afiches con sonrisa
Lápiz rojo y afiches con sonrisa