Para sacarse el sombrero
En el centenario de la asunción de Marcelo T. de Alvear, un repaso por su obra de gobierno y la postura que asumió en la década del ’30, durante el ascenso de los fascismos en Europa.
En el centenario de la asunción de Marcelo T. de Alvear, un repaso por su obra de gobierno y la postura que asumió en la década del ’30, durante el ascenso de los fascismos en Europa.
Por Leandro Giacobone (*)
Como un espectro, casi invisible. Una avenida paqueta, más que un ex Presidente. Durante años un manto de olvido cubrió la figura de Marcelo T. de Alvear.
Considerado demasiado desacatado para las mesas aristocráticas de nueve cubiertos o, digámoslo claramente, un traidor a su clase. Le desconfiaban por estar demasiado cerca de “la chusma yrigoyenista”.
Por otro lado, su apellido como denominación de origen ya lo ponía en el lugar de los “galeritas”, más en el bando de las divinas que de las populares.
Ni los unos ni los otros lo tomaron como bandera, y siempre lo miraron con recelo. Formados en lecturas dicotómicas de la realidad, Alvear quedó relegado a pagar sus penas en el purgatorio de la indiferencia.
Hoy, 12 de octubre, se cumplen 100 años de que asumió la Presidencia de la Nación, y es una buena excusa para poner en valor su vida y hacer el ejercicio de sacudirnos algunos prejuicios.
Su obra de gobierno es una muestra de la visión compartida de país que, en lo profundo, tenía con el radicalismo yrigoyenista.
El incremento del salario real, la defensa de los derechos de los trabajadores a través del arbitraje estatal, la mejora del índice de igualdad social son ejemplo de ello. También otorgó derechos civiles a las mujeres, promovió la escuela pública y la cultura, desarrolló la industria nacional, dio acceso a los nuevos bienes de consumo a los sectores populares, expandió YPF junto a Mosconi y estableció leyes de jubilaciones.
En la Biblioteca y Archivo Histórico de la UCR se preserva el Fondo de Archivo de Alvear. El acceso a las más de 6.000 cartas (ver galería de fotos) que lo componen da una real dimensión de la figura política que fue. Las cartas tienen una atracción especial, dan la sensación de estar metiéndonos en la intimidad de alguien. Vencer esa sensación de transparencia de sus palabras, leerlas a contrapelo al decir de Walter Benjamín es tarea del investigador.
La gran mayoría de esa correspondencia es de los años ’30, los del ascenso de los fascismos en Europa, que derivaría en la Segunda Guerra Mundial y el horror del Holocausto.
Quizás fue eso que muchos le critican - pisar, pensar, mirar a Europa - lo que le dio la visión que los políticos locales no tenían. Comprender, por ejemplo, que en España, con la Guerra Civil se jugaba algo más que el futuro de la península. Como lo definiera Tulio Halperin Donghi, era “la tormenta sobre el mundo”, de la que ya nadie podría salir sin mojarse. Así fascismo/antifascismo era un combate entre dos maneras de concebir la política, la cultura, la vida misma. Y Marcelo T. no dudó un segundo en ocupar una trinchera.
“¿Quién puede quedar indiferente ante la situación del Pueblo Vasco?”, se preguntó ante el bombardeo de la Ciudad de Guernica por parte de la aviación alemana.
“Levante embargo de material de guerra destinada a la República Española que defiende su integridad territorial”, expresó en telegrama al presidente norteamericano.
¿Qué llevó a los oficiales del Ejército Leal a la República detenidos en un campo de concentración en medio del desierto africano, a escribirle al ex presidente argentino?
Si es importante leer entre líneas los documentos, también hay que tener la cabeza abierta a dejarse sorprender por los archivos. Para encontrar nuevos abordajes a veces es mejor la pregunta correcta que la respuesta cerrada.
Marcelo T de Alvear fue una figura que no se mareó en los laberintos de la política, que dio gran parte de su fortuna al servicio de un partido político popular, que conoció la cárcel y el exilio (aún luego de ser presidente), que supo poner en juego su vida en las luchas cívicas, que siempre que lo pusieron en situación de elegir fue fiel a Yrigoyen, que modernizó al radicalismo dándole una orgánica interna participativa y democrática, que afianzó su ideario dejando plasmado su proyecto político de libertad e igualdad en una plataforma electoral, y que luchó contra toda forma de fascismo, mientras otros especulaban con hacer una barrera totalitaria al comunismo.
Para sacarse el sombrero, o la galera, da lo mismo.
(*) Encargado del área de Archivo de la Biblioteca Radical