Finalmente el Gobierno consiguió ratificar el veto de Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, echando por tierra esta iniciativa que buscaba garantizar que los fondos para gastos de funcionamiento y salarios universitarios recuperen –al menos– lo perdido frente a la inflación acumulada durante esta gestión. En una sesión corta pero intensa, el oficialismo consiguió blindar el veto presidencial en una votación que culminó con 160 votos a favor de la insistencia, 84 votos en contra, 5 abstenciones y 8 ausencias.

De esta manera el Gobierno terminó celebrando la ratificación del veto, tras una semana de intensas negociaciones y acuerdos que le dieron algo de aire para respirar aliviados. Además del bloque de La Libertad Avanza, el bloque del PRO fue fundamental para conseguir el número mágico, junto a un puñado de votos aportados por los “radicales con peluca” y doce diputados de los oficialismos provinciales de Catamarca, Chubut, Córdoba, Misiones, Salta, Santa Cruz y Tucumán que –con su voto, ausencia o abstención– le otorgaron este triunfo agónico. Sin embargo, vale la pena destacar que en este caso consiguieron 2 votos menos que en la votación del veto a la Ley de movilidad jubilatoria, en la que el oficialismo consiguió el voto de 87 “héroes” que fueron agasajados con el asadito en la quinta de Olivos.

Para llegar a este resultado el Gobierno tuvo que realizar muchas concesiones que no estaba dispuesto a hacer y apelar a la caja de herramientas de la política que tanto dice denostar. Entre las primeras podemos mencionar el otorgamiento por parte del Ministerio de Capital Humano de un aumento del 6,8% para docentes y no docentes universitarios y el anuncio de una serie de cambios en el capítulo universitario del Proyecto de Presupuesto 2025. Asimismo, las negociaciones políticas estuvieron basadas en diálogos entre el ejecutivo y algunos gobernadores que fueron convencidos a través de un “toma y daca” que incluyó promesas de beneficios futuros, tratamiento preferencial y cargos en el Estado o algunas de sus reparticiones.

En el camino quedaron las posiciones principistas de un Gobierno que rechazaba “la política” y que se jactaba de “no negociar” con nadie. Dicen que la necesidad tiene cara de hereje, y por eso el Presidente Milei y su Gabinete se concentraron en conseguir los votos necesarios para blindar el veto, sin reparar en sus costos, consolidando el tránsito de un Gobierno “anti-casta” a uno con todas las mañas que decían combatir. Este fenómeno se evidencia con sólo mirar algunos de sus más encumbrados funcionarios tales como Guillermo Francos y Daniel “Pichichi” Scioli, o algunos que intentan pasar desapercibidos como Camilo Baldini (ex camporista a cargo del Correo Argentino) o Fabián Lombardo, que continúa al frente de Aerolíneas Argentinas desde la gestión de Alberto Fernández. La casta ya no tiene miedo, porque se refugia en el Gobierno Nacional.

Así las cosas, el Gobierno consiguió ratificar el veto presidencial, pero es una victoria pírrica: porque siguen perdiendo adhesiones en sectores que apoyaron a Milei en el balotaje, especialmente en la clase media y la juventud. Ya habían acusado recibo del golpe que significó el veto a la Ley de movilidad jubilatoria el mes pasado, y ahora acumularon otra victoria con sabor a derrota, para conseguir un precario equilibrio fiscal a expensas del bienestar social y con una economía que sigue estancada. Por añadidura, el partido conducido por Mauricio Macri, en su intento por congraciarse con el Gobierno, sigue perdiendo identidad y diluyendo su representatividad política con la ilusión de una confluencia política que los salve de la intrascendencia.

Algunos operadores del Gobierno pretenden que el veto definitivo a la Ley de Financiamiento Universitario signifique el fin de un conflicto de largo aliento con la comunidad universitaria. Sin embargo, esto recién comienza, ya que la situación de docentes y no docentes sigue siendo dramática, con un 70% de los salarios que continúan bajo la línea de pobreza, los puentes de diálogo con los Rectores están absolutamente dinamitados por la apuesta a la confrontación y las mentiras como parte de la estrategia gubernamental y existe una sensación de hartazgo y bronca de parte de todo el estudiantado que espera una actitud madura y responsable del Gobierno y se encuentra, en cambio, con planteos demagógicos y falacias de todo tipo.

Apenas terminada la sesión, el frente gremial universitario conformado por los no docentes y entidades docentes, anunció un paro nacional para el día de la fecha, el CIN emitió un duro comunicado en que plantearon que “la Universidad es parte de nuestra historia (...) y no vamos a permitir que se destruya”, al mismo tiempo que señalaron que el Gobierno y los Diputados que acompañaron el veto presidencial “privilegiaron su metro cuadrado, sus argumentos pequeños, su mirada corta y su visión egoísta”. Hoy decenas de Facultades en todo el país amanecieron tomadas por grupos de estudiantes que anoche se reunieron en asambleas, y la situación de enojo generalizado con el Gobierno promete trasladarse al Congreso durante las negociaciones por el Presupuesto 2025.

Frente a las burlas despectivas de los trolls del Gobierno y las expresiones públicas de sus funcionarios en las que se vanaglorian de haber vetado la Ley de Financiamiento Universitario, vale la pena rescatar las palabras escritas el reformista y fundador de la Universidad Nacional de La Plata, Joaquín V. González: “Ya véis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna: a mí no me ha derrotado nadie; y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista; porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo. 

¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla! 

El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al  adversario, obligándolo a recorrer distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera, y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después el Enemigo no puede renovar su gente, por la fuerza o por el interés, que no resisten mucho tiempo; y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, y es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible”.

Emilio Cornaglia Abogado, docente UBA, ex presidente de la FUA.